Sobre
una angosta franja de tierra
Tallada
al principio de los tiempos
Para observar la historia
Vuelan
las águilas
Sobre
los cascos y las grebas
De
la Hélade
Dioses
atentos
Oyen
caer los cuerpos
en la roca viva.
Ninguna
plegaria elevan
Aquellos
hombres
en
el desfiladero
Sin
sol sin agua y sin retorno
En
el dominio final del vacío
La
sangre se vuelve un remolino
Clavan
los pies en los agudos filos
Con
huesos condenados al polvo inevitable.
Terminado
el día cara a cara
Con
la gloria y el destino
Pediremos
a los dioses
que todos recuerden
tu
alto nombre
Y
sepan que el honor
De ahora en adelante:
Se
llamará Esparta.
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