PROSA REBELDE Y ANTISISTEMA

Es un blog dedicado a la poesia diferente al verbo sangrante que en llamas revela el interior humano. Es un verbo rebelde y combativo lleno de odio y de amor de dolor y de grandeza. Es la contraposicion del ser. Es poesia del asfalto para el asalto. Asaltamos el mundo con unas palabras y como estandarte un sueño. Para el imperio solar y la revolucion espiritual. Poesia del asfalto para el asalto.,,

sábado, 20 de septiembre de 2008

Morir para Yukio Mishima


Memorias de viejos arquetipos, asi me llega la imagen de Mishima. De su vida, de su muerte. Les dejo para su deleite una biografia de "EL ULTIMO SAMURAI" y una poesia hermosa dedicada al mismo mismo de Juan Pablo Vitali.


-"Estoy al borde de la incomunicación".

-"Amar es buscar y ser buscado al mismo tiempo" Confesiones de una máscara, 1949


Mishima en su discurso final al ejercito Japones, antes de su gloriosa inmolacion.


-“La acción tiene el misterioso poder de compendiar una larga vida en la explosión de un fuego de artificio. Se tiende a honrar a quien ha dedicado toda su vida a una única empresa, lo cual es justo, pero quien quema toda su vida en un fuego de artificio, que dura un instante, testimonia con mayor precisión y pureza los valores auténticos de la vida humana.” Filosofia de la Accion


¿Quien era Yukio Mishima?

Se suele decir que Mishima ha sido el más grandes escritor japonés de su generación. No
Recibió el Premio Nobel, pero indudablemente tuvo una fama más amplia que Kawabata que sí
lo obtuvo y que fue su descubridor. Los editores sabían que cada novela de Mishima iba a ser
un éxito de ventas y los propietarios de salas de teatro e incluso de Cabaret hubieran dado
varios años de su vida para que Mishima trabajara en ellos, ya fuera interpretando, escribiendo
el libreto o simplemente estando presente en el local. Tal era la fama de Mishima en el Japón...
Su fama llegó a Europa poco después de su muerte. Hasta entonces fue un ilustre desconocido, incluso en los ambientes más conocedores de la literatura. El 26 de noviembre de 1970, los mas grandes rotativos nacionales publicaron la foto de Mishima encaramado en el balcón de un cuartel del ejército japonés. Minutos después de aquella foto, se haría el hara-kiri. No era la primera tentativa de suicidio del escritor japonés; cuando era un desconocido, en los últimos años de la Segunda Guerra Mundial, enrolado voluntario en las escuadrillas "kamikazes", debía haberse estrellado contra algún barco americano si no hubiera sido porque una gripe de última hora le impidió morir por el emperador.

Mishima era un tipo sumamente extravagante en su proyección exterior; famoso escritor,
candidato al Premio Nobel de Literatura, exhibicionista, atleta, director teatral, actor de cine,
teatro, televisión y cabaret, escritor de una exhuberante prodigalidad, investigador de las
inmemoriales tradiciones imperiales japonesas, coleccionista de espadas samurais y un largo
etc., tales son los atributos que deben ir necesariamente unidos ad nombre de Mishima. Sus
doscientos cuarenta y cuatro volúmenes de gran calidad literaria atestiguan su personalidad.
En España Barral y Caralt han editado algunos textos de los cuales, sin duda alguna, el más
brillante de todos es "Caballos Desbocados".

Los escándalos de Mishima hicieron furor en el Japón de los años 50-60. No reparaba en besar
a un travestí en una escena de cabaret para acto seguido cumplir con sus deberes de padre de
familia; consideraba uno de sus momentos más felices el que una enciclopedia reclamara una
foto suya para acompañar el vocablo "culturismo" y con la misma facilidad demandaba a otra
revista que publicó sin permiso "una foto en la que parecía menos hercúleo". Hombre extremadamente controvertido, contradictorio, lo menos que puede decirse de él es que seguía
la fórmula extremo oriental de "cabalgar al tigre", participando en la vida cotidiana y no como
uno más, sino como una figura que atraía la atención, pero que en medio de sus excentricidades mantenía una sólida y tradicional visión del mundo. Algo más que imposible. Se puede decir que sus obras, y en especial "Caballos Desbocados", representaban la válvula de escape que Mishima tenía frente al Japon occidentalizado. Pero esta contradicción entre un "hombre tradicional" en su interior y un exhibicionista y genial literato en su aspecto público no podían durar mucho tiempo.

Justo mientras está escribiendo las páginas de "Caballos Desbocados", concibe la idea de
formar el "Tateno kai", la "Sociedad del Escudo". Esta asociación era bastante más que una
mera agrupación de extrema-derecha, de las que se pueden contabilizar en el Japón no menos
de 500. Concebida como "el escudo que debía proteger al Japón, y especialmente al
Emperador, de la embestida occidental" (de lo que de burgués, consumiste y antitradicional
tiene "lo occidental"), se podía asemejar a una orden mística y combatiente. Sus miembros,
instruidos en las artes marciales, tenían una composición social interclasista. Quienes entraban
en ella dejaban de pertenecer al mundo de lo contingente, dedicaban su tiempo a la práctica de
las artes marciales y a dialogar con Mishima. El "Tate no kai" estaba concebida como una
estructura de choque: su actuación primera sería también la última: su debut, una despedida.
Mishima pensó en quemar, inicialmente, a su medio centenar de hombres luchando con las
manos desnudas contra los estudiantes del Zenkaguren (movimiento estudiantil de
ultraizquierda japonés). Dicho enfrentamiento supondría la muerte de todos ellos aplastados
por la horda izquierdista y obligaría a los militares a actuar, restableciendo el código del honor
japonés y aboliendo las costumbres occidentales. Pero al producirse en 1969 una de las más
gigantescas y violentas manifestaciones izquierdistas, y ser disuelta por los antidisturbios sin
producirse ni una sola víctima, comprendieron que tal proyecto dejaba de tener interés: el
emperador no estaba indefenso, tenía los "grises" locales. La acción determinativa debía ser otra.
Hasta llegar el 26 de noviembre de 1970, su tarea literaria había sido extraordinariamente
pródiga, como hemos dicho. Tocó todos los temas que un autor puede tocar. Su genio parecía
no tener límites y tan pronto escribía e interpretaba un libreto para café-teatro, no precisamente muy moralista, como concebía, escribía y dirigía una pieza nô o un kabuki (géneros típicamente
japoneses). Tan pronto actuaba en el teatro interpretando obras de Mohére como en el papel de
protagonista en su película "El rito del amor y de la muerte", película que terminaba con el harakiri del mismo Mishima en una escenificación perfecta de lo que luego sería su suicidio ritual en el despacho del general Morita. La poesía japonesa no tenía secretos para él, la novelística era
su especialidad y, dentro de este género, la novela síntesis de las tradiciones japonesas fue su
constante. La trilogía "Sed de amor", "Nieve de primavera" y "Caballos desbocados" son
buenas muestras de cómo una novela estéticamente, perfecta, sea cual sea su ambientación,
es asequible al público de cualquier latitud, aun a pesar de la localización geográfica de la
trama. Si así ocurre con "El Quijote" o con el teatro de Shakespeare, otro tanto se puede decir
de la producción de Mishima.

Pero la vida de Mishima se deslizaba rápidamente por la pendiente. La exposición-homenaje,
que curiosamente se auto organizó en unos grandes almacenes de Tokio, fue un gran éxito.
Allí estaban expuestas la totalidad de las ediciones de sus obras, las fotografías por él más
queridas (Mishima consideraba que mediante la cámara fotográfica el cuerpo podía apurar sus
posibilidades hasta el límite) y en un puesto privilegiado la misma espada samurai que dos
semanas después le acompañaría al despacho del general Morita, Aquella exposición revistió
los caracteres de una despedida, pero sólo Mishima y los tres camaradas de la "Sociedad del
Escudo" que habían sido seleccionados para protagonizar el "incidente" lo sabían.

Aquel día de diciembre del 70, cuando en España las turbulencias desatadas por el proceso de
Burgos apenas dejaban espacio para noticias de otro tipo que no fueran las relacionadas con el
orden público, Yukio Mishima "tuvo el placer de morir", demostró ser el último samurai. Japón
se sorprendió de que el gesto de Mishima fuera comprendido y acogido por la joven generación. Su ejemplo debía de servir para algo.




MORIR

Morir
En el viento
Del suicida.

Morir combatiendo
La única muerte
De un guerrero.

Morir
Por el filo del sable
De muerte ritual.

Morir
Sabiendo que morir
No es más que mejorar
El instante último.

Morir de olvido
Como morimos todos
Finalmente, a los pies
De un tiempo criminal.

Morir de rosas
De crisantemos
De flores de ciruelo
Atravesadas por un grito.

Morir del otro lado
Del mundo
Donde haya un guerrero
Bajo el sol.

Morir imperial
Sin pedir perdón
Enfrentando al enemigo
Y siendo muerto por él.

Morir
Caudillo del cielo
Solitario jefe
De un idioma.

Morir
Con el sol en la frente
Como mueren los nuestros.

Morir
De rodillas al sable
Al símbolo divino
De los tiempos.

Morir
De caballos desbocados
De ideogramas en la frente
De seppuku, al amanecer.

Morir
Del otro lado
De las cosas.

Morir con honor
Por el acero entrañable
Decapitado por el camarada
Más querido.

Morir de mar
De isla
De corceles antiguos
De estampido.

Morir
De sangre nueva
Junto al escudo medieval
De los guerreros.

Morir
Y olvidarse de un mundo
Sin honor.

Morir incomunicado
Aislado por el ruido
Que el enemigo trajo
Para ayudarnos
A morir.

Morir con honor
Como un samurai
Como un poeta



Muerte y Resurreccion....

El Hidalgo

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Grandioso Mishima.

Sergi dijo...

Me parece increïble que no hagas ni una sola referencia a su abierta homosexualidad... Y sobre gustos no hablaremos pero confesiones de una mascara es una novela que refleja los sentimientos y actitudes mejor que cualquiera de sus obras.

Anónimo dijo...

¿El último poema es de Yukio Mishima?

David Á. dijo...

El poema del final, en qué libro puedo encontrarlo? Es maravilloso.